- Entonces, ¿quieres?
Tomé su mano. Delgada, suave, dedos largos. Y fuimos caminando cuesta abajo por ese campo que parecía hecho de algodón. Apenas habíamos cruzado algunas palabras en la vida. Ahora cruzabamos un trecho de enseño. Tomados de la mano.
- Allá ella ¿no crees?
Ahora ella me dice que...
(continuará)
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