20070813

Imperfectamente perfecta

La veo sentada sobre la vieja silla, en el rincón más oscuro del cuarto. Y veo su perfecta figura, su imperfecta perfección corporal.
Me recorre con sus ojos hipnotizándome, al mismo tiempo que recorro con los míos la finura de su nariz y la caída de sus pómulos, pasando también por sus labios, resecos por el viento de afuera.
Me detengo un momento en los labios de mi mujer imperfectamente perfecta, imáginando que abro la puerta que llega hasta su corazón. Me acerco a ella y deslizo un sobre por debajo de esa puerta. Ella lo recibe y lo escudriña con paciencia. Es de su agrado, a primera vista.
Abre el sobre y al instante cae fulminada. Me agacho por ella y al acercarme a su rostro, abre los ojos y me sonríe. Continúa el beso. Ese beso profundo con el que mi mujer imperfectamente perfecta llena todos mis sentidos de vitalidad.

-¡Bueno!, ¿sí me estás haciendo caso?
-Sí, mujer... (imperfectamente perfecta)

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